Negué a tiempo su ética.
Me desmarqué de sus andamios
y de sus planes para conquistar el universo.
¡Qué locura!
Y, ante todo, supe continuar escribiendo torcido.
Cruzando por enmedio,
y destinando parte de mi capital a indignidades.
Delaté sus movimientos a deshora.
No me dejaron participar en las grandes ligas,
no me dejaron humillarlos públicamente.
A cambio, conservo mi dignidad de hierro.
Ya me hubiera gustado inspirarte
pero pasé demasiado tiempo encaramado en la cruz.
El té está todavía caliente. Bebamos.
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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.