Glaciación o no, todo está por venir.
Las casi cuatrocientas horas desde vuestro despido,
el dulce cofre enamorado del tiempo pasado,
la mandrágora de mis amigos,
el estragón mal aplicado.
Aunque, tal vez, un colapso nuclear,
una vuelta a casa de bar en bar,
un apagón súbito de energía.
¿De qué tengo estos callos en las manos?
Las garrafas de agua son la respuesta.
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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.