jueves, 28 de abril de 2016

Revolución -3.0

A veces,
el filtro del lavavajillas
acumula saña y desconcierto
que no se llegan a disolver
con las pastillas triple acción.
Cálculos de urea social
que actúan de embudo y red
de todas nuestras vergüenzas.
A veces,
alguna de esas despreciables minucias
escapa entre la maraña grasienta
y huye de sus captores
por el alcantarillado.
Yendo a parar con el resto de los huídos
a un gran estercolero húmedo.
A veces,
alguna de esas partículas
impacta en sus veteranas compañeras
ya acomodadas y sedimentadas
provocando el derrumbe
de parte de la montaña de mierda.
En ocasiones,
estos pequeños derrumbes
producen ruido por la fricción
que se llega a oír en la superficie
donde dormitan los seres racionales
mirando sus catálogos de rebajas,
deslumbrados por sus tubos catódicos.
¡Perdón! por sus micro leds.
A veces,
alguien en la cola del supermercado
comenta haber percibido
un leve rumor como de movimiento.
Con su carro lleno de precocinados
y pastillas triple acción para lavavajillas.


miércoles, 27 de abril de 2016

Zafarrancho poético III



Lunes

Los lunes no compre pescado,
es el peor día.
Son las piezas capturadas en sábado
o en viernes.

Los lunesno tenemos donuts frescos
¡ni pretzels!
La fábrica cierra sábado tarde y domingo.
Solo valen para sucar en leche y achicoria.

Si alguien come col en buen estado
es en vinagre, nunca fresca.
Los lunes son el peor día
para recibirproductos en casa.

Lo que sí tenemos los lunes
son ricos bombardeos,
frescos y crujientes
que les dejarán sin casa y sin familia.
Sin trabajo,
sin vecinos,
incluso sin vida o sin miembros
en un santiamén.

Calidad garantizada. Dos guerra mundiales nos amparan.
Bombardeos Smitch.
Del hangar a su casa.



Aquel bombardeo loco del 37

El nuestro, fue un bombardeo precioso.
Una expresión de arte intermedia
como una ópera, como un ballet de muerte,
sonido, luz, cuerpos en movimiento.
El nuestro, fue un bombardeo amortizado.
Las  ganancias superaron con mucho el coste inicial.
El nuestro, fue un bomardeo holístico.
Su resultado fue mucho mayor que la suma de las bombas.
Nadie nos pudo quitar nunca eso.
Ni los libros de historia,
ni las quejas de los bien-pensantes.
Por todo ello, debemos inferir que,
nuestro bombardeo,
fue un bombardeo:
sádico, dantesco, sekspiriano, griego,
preatómico, bombástico, gastrúlico,
hiperrealista, displático, histórico.
Y, sin duda alguna,
por encima de todo...
FRANCO.



¿Está el enemigo?
Que se ponga.
Si.
Espero.
Espero lo que haga falta.
Espero.
Espero al enemigo.
Enemigo
¿Enemigo?
¿Enemigooooooooo? (bis)

Quiero hablar con el enemigo.
¿Me pone al enemigo? (2bis)

El enemigo me pone.
¡El enemigo me pone!
Me pone la guerra
me pone la sangre
me pone la muerte
me ponen las bombas
Me ponen los aviones y el paso de la oca.
Me pone DESTRUIR (2bis)

¿Está el enemigo?
¿ESTÁ EL ENEMIGO?
A MÍ ME PONE.
A ver, si se pone conmigo.

martes, 26 de abril de 2016

A todos los tontos nos gustan los coches

Mi amor,
en el barrio hay un señor
que le quita a los limpiaparabrisas
las octavillas de publicidad,
y que se va siempre corriendo
cuando ve que le he descubierto.

Como bien sabes,
hay un anciano de la meseta
que se aposta en el callejón
con su silla de camping y su gorra
a proteger nuestros autos de las bicicletas.

Lo que no te conté
es que tenemos un banquero
que toma nota de los coches más viejos
para llamar a las casas de sus dueños
y ofrecerles sus mejores créditos.

También conoces de sobra
al abogado del pelo cano
que camina siempre por el barrio
con la mirada perdida
y su vaivén que engaña las baldosas.

Y luego estoy yo,
más contento que ni sé.
Que en todos los parabrisas sucios
escribo "te quiero"
para que puedas leerlo
cuando regreses a casa.

lunes, 25 de abril de 2016

sellfie-ragnarok

Existe una realidad paralela
allá donde el infinito consigue doblar las rectas.
Cruzando completamente el reino de los sueños
hay tierra otra vez. Una tierra de paradojas.
Allí hay otro yo.
Un yo que tiene la ambición que yo no anhelo.
Que tiene varios coches, que le gusta
que se comporta donde yo no me comporto,
que se caga en lo que yo respeto.
Es un yo alto y fuerte. Y joven, ya puestos.
Que no le importa sino lo suyo,
para quien tú, mi amor, eres otra posesión.
Por cierto, la tú de aquí es mucho mejor
y más interesante que la tú de allí.
El improbable día que me cruce con mi anti-yo
electrones y antielectrones formarán órbitas elípticas invisibles,
por lo que no gastaremos en efectos especiales.
Realidad y paradoja lucharán a muerte
por ostentar el título del verdadero yo.
Cada puñetazo en la cara del otro
desgajará el continuo espacio-tiempo.
Vivo preparado para ese día.
Temo la llegada de ese día,
la llegada del fin del mundo.


lunes, 18 de abril de 2016

Elevador

Hace ya una semanas que nos viene el arquitecto dando la matraca con el cambio del ascensor de la finca. 
El resto de la finca no quiere cambiar de ascensor. Y los que nos sentamos con él en el bar tan solo queremos beber cervezas y, como mucho, rellenar la quinela.
Desde que los vecinos del portal que linda con el nuestro han cambiado la entrada y la han puesto de mármol casi blanco, el arquitecto considera que el nuestro no es el recibidor más bonito de toda la manzana.
Para el arquitecto, si una casa no te recibe con un buen ascensor, ¿qué puede esconder dentro? "No es de fiar aquél que no posee un buen ascensor", nos repite constantemente mientras nos invita a otra ronda y nos saca los papeles para que firmemos que estamos de acuerdo con la mejora, y que no vamos a ir a la reunión de vecinos.
Pese a lo resuelto que se le ve, no puede ocultar que tiene sus dudas. No sabe si le gusta más uno de estos modelos:
El modelo SRT36, que tiene aceleraciones coníferas y estabilizador parménides, no se nota casi que te has movido, pero tiene la misma velocidad que el del Empire State Building. Todo un ejemplo de velocidad y seguridad. No se nota el cambio de presión en los oídos.
El modelo Flodomir, con los reposabrazos forrados de cuero. Muy interesante para comunidades de alto standing.
Y nos obliga a ver los catálogos que le han dejado en la tienda de SUASCENSOR.
Nosotros no queremos un nuevo ascensor. El que tenemos no se estropea. No hay que cambiar de ascensor como no hay que cambiar de móvil o de coche así como así. Y nos insiste en que no somos capaces de empatizar con él y sus preocupaciones. Se enfada tanto que, cuando va a pagar, paga solosus cervezas, no las que nos ha dicho que invitaba. 
Se marcha bien enfadado a la tienda vertical a devolver el catálogo. Seguro que pide probar alguno de los ascensores de exposición. Jurará y escupirá en nuestro nombre. Nadie le consolará. No dormirá esa noche.
Al día siguiente, su mala memoria se habrá encargado de lo que nosotros no pudimos. Se sentará con nosotros el bar y beberá hasta que se le ocurra una nueva pulsión que podamos ignorar.


miércoles, 6 de abril de 2016

El día que se deja de jugar


El día que la gente deja de jugar, le crecen polillas en los sobacos, las costras interdigitales y sienten un adormecimiento de sus traseros.
También se cierran las ventanillas de los ojos, y su curiosidad se reduce a qué echarán por la televisión esa misma noche, para poder llenar un par de horas que sobran antes de irse a maldormir.
Es sintomático en la gente que no juega la aparición de ojeras, de canas, o directamente la caída de cabello. Así como los desórdenes horarios, la ingesta compulsiva de café y el olvido de las cosas que iban a ir a comprar.
Los animales predadores juegan para entrenar sus destrezas para la caza. Las presas juegan para entrenar sus destrezas para la huída. Los omnívoros jugamos para poder ver el mundo con mejor color.
Cuando se hace un viaje en coche, haya que parar cada dos horas para jugar un rato.
Cuando se tiene una reunión importante, conviene comenzar a romper el hielo con algún juego sencillo que no dure más de diez minutos, donde los oponentes en la negociación se conozcan un poco mejor. 
Cada cierto tiempo, hay que parar para jugar. Estemos haciendo lo que estemos haciendo. Tan solo está contraindicado jugar minutos antes de dormir, debido al efecto placebo que condiciona nuestros cerebros. A no ser que el propio juego sea condicionante de las buenas noches.
Es por ello que el ser humano tiene que jugar.
Porque, como hemos dicho, en el mismo momento que el individuo deja de jugar, la leche se agria, las manzanas producen gusanos y los estornudos ya no suenan a risa. O lo que es lo mismo: las pelotas no botan si no se juega, los pensamientos cobran una oscura y extraña dimensión de absurda seriedad. Y ya no cantamos en las alcantarillas, sino que bailamos el agua.
La gente que ha dejado de jugar cree que ahora toma mejores decisiones. Cuando la mejor decisión es, sin duda alguna, ponerse a jugar.
Es por eso que nunca hay que dejar de jugar. Nunca, nunca, nunca.