Tuve que fingir y fingir.
El
primer problema era el sol de mi ciudad
siempre
brillando, siempre ahí, con nosotros.
Iluminándolo
todo, no dando lugar a las nubes
ni a la
lluvia ni a los elementos.
¡Así no
se puede buscar la melancolía
romántica
de los norteños!
El otro
problema era que no me encontraba
que no
era mi lugar, ni mi medio.
Se me daba mal trasnochar,
no atinaba con los taxis
y luego no encontraba las palabras.
Se me daba mal trasnochar,
no atinaba con los taxis
y luego no encontraba las palabras.
No podía pasar el día quejándome.
Yo
quería ser un poeta maldito,
pero la
decadencia me daba risa.