jueves, 29 de julio de 2010

Propongo

Deja que te despierte a mitad de la noche,
aullando a la luna en el descampado,
destartalando los planes de nuestros señores,
fundiendo los azares en el hornillo.
Déjame enseñarte a escribir
sin rimar.
Que el tiempo pase por entre tus dedos
sin dejar cicatrices en tu bazo.
Que nunca sea pronto y tarde a la vez.
Saltemos juntos los charcos de la avenida,
busquemos caracoles,
siempre que llueva.

lunes, 19 de julio de 2010

A Gustavo

Suena el telefonillo y oigo por él una voz grave, cascada, que me pregunta si es aquí donde tiene que venir. Le abro y le pido disculpas por mis pelos y mi camisón, y por hacerle venir de urgencia, a rejuntar ventanas. 
Él me contesta que  no me preocupe, que a él rejuntar le encanta. Y se pone a la faena mientras yo me voy a escribir al ordenador. Cuando oigo un ruido me acerco por si se ha caído por la ventana o algo así. Al llegar lo encuentro en el suelo, llorando, cubierto de silicona. Hago que se incorpore y lo siento en una silla, no vaya a mancharme de silicona el sofá. 
Le ofrezco un vaso de agua y unas hojas de lechuga. Y me cuenta, entre sollozos, que sus golondrinas han emigrado, y que algunas no volverán.
Para que olvide, le invito al ecoparque, donde pasamos la tarde, entre las atracciones. Recicla que reciclaré se nos ha hecho muy tarde. El tiempo pasa volando cuando te diviertes. Al volver al barrio ya no están ni el narco de guarda ni el frutero paquistaní. El psicólogo, subido a una azotea, le aúlla a la luna.

jueves, 15 de julio de 2010

Supermercado

En el supermercado arrastro mi carrito. Una señora se dedica a romper los sellos de los alimentos plastificados. Un señor selecciona entre el montón de papel higiénico el especial diarrea. Todo transcurre normalmente hasta que, al girar el rincón donde sitúan el fuet, mi carrito choca con la el de la madre del arquitecto.
Me increpay amenaza con su paraguas. Y me dice que ya le había advertido su hijo sobre mí.
Yo imagino doce formas distintas de humillarla verbalmente pero, finalmente, no empleo ninguna. Quiero una compra limpia, una tranquila vuelta al hogar y, a la noche, una suculenta cena y un libro.
Despierto a tiempo de eludir el contacto de su paraguas. Señora, se dice que da mala suerte ensartar a la gente en sitios cerrados.
Le indico que pruebe el guacamole.