jueves, 29 de diciembre de 2011

Imperio y refutación en tres párrafos.

A continuación, os voy a explicar cómo me hice ayer con la regencia de un terruño, de una manera homologada, desde la fecha de autos hasta que llegue la nave nodriza. En sólo tres párrafos. O cuatro...
Sentado me hallaba enfrascado en mis notitas y bocetos, intentando tener la fiesta en paz, cuando me sorprendió un memorándum surrealista, digno de otras épocas. Puesto que nadie se opuso ni replicó nada, nuestros bolsillos se vaciaban a buen ritmo. No tuve otro remedio que juntar a las masas para que nos alzáramos contra la opresión. Un palito salado no puede nada, pero todos juntos hacen un aperitivo.
Unos se movían muy deprisa, otros muy despacio. Lo más difícil fue ponerlos en sincronía. Incluso tuve que levantarme un par de veces de la silla donde estaba.
Yo, a estas alturas ya estaba contento, porque sabía que todos los omóplatos tenían ya su televisión instalada. Así no se producían ideas revolucionarias, ni miradas sicalíticas. Por ello, me comí las roscas.
Y ete aquí que no tuve más que aguardar a que los acontecimientos se sucedieran de manera autónoma. La cabra tiró hacia el monte y, dado que los asaltantes se habían quedado sin líder, me pidieron amablemente que fuera yo quien me subiera a la escalera, a arengar a las masas.