Son ya clásicas nuestras escapadas,
los tiroteos y las persecuciones,
el ron y las veladas poéticas.
Y los reencuentros con nuestras amadas
en aquel tugurio infecto.
Baja el volumen de la música
que quiero oir las balas silbar.
Éramos proscritos.
Éramos felices.
A veces, cuando huímos de la policía,
tengo ganas de dormirme al volante.
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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.