sábado, 9 de julio de 2016

Ducha de presión

No llega el agua a los pisos superiores de nuestra finca. Bueno, sí que llega, pero no con la suficente presión como para excitar el serpentín de los calentadores de agua. Por lo que los vecinos se tienen que duchar con agua fría. Como Pascual se niega a la instalación de una bomba de presión, el arquitecto y psicólogo, que viven en los áticos, se han armado de valor y  nos han pedido que les dejemos ducharse en nuestras casas. 
Yo me he negado en redondo sin ninguna pena ni óbice, puesto que no me he negado en ningún momento a la instalación del grupo de presión (¡qué gran nombre!). Por otra parte, conozco perfectamente a esos dos individuos, y sé que ninguna ducha, ninguna casa, ningún jabón con vitaminas va a estar nunca a la altura de sus exigencias y pretensiones. Así que he dejado sabiamente toda la responsabilidad en los hombros de los otros vecinos. De Pascual, más concretamente, para que sufra en sus carnes los efectos de sus tacañerías.
Así, se les oye gritarse por el deslunado, que esa mampara hace aguas, que él no es el criado de nadie, y su mujer mucho menos, que podría gastar menos jabón o traerse el suyo propio, que ese mismo jabón reseca la piel, y que cuanto más huele un jabón, menos jabón y más mierdas tiene, que han cogido hongos en esa ducha, que los hongos los han cogido los dueños porque antes no tenían. que los azulejos son horribles, que qué poca vergüenza si ha dejado de invitarles a desayunar aprovechando la ducha, que el fular de su madre no es la toalla de pies de salir de la ducha. Gritaban más cosas, pero en el momento de escribir esto ya no me acuerdo.
El nieto del vecino del primero está componiendo raps con lo que gabamos con los móviles. Yo quería ayudarle, pero no me ha dejado. Dice que soy de la edad de su madre, y eso no le gusta.
Espero encontremos pronta solución a todo esto, puesto que, cada vez que me asomo al deslunado, veo sus onomatopeyas.