martes, 15 de septiembre de 2009

Mi orzuelo (episodio 2)

(deberías leer la primera parte primero. Si no lo haces, da igual, pues yo tampoco lo he hecho)
Llegó un día en el que la situación se tornó inaguantable. Era una cuestión de supervivencia; mi orzuelo o yo. Ante la imposibilidad de luchar contra las cremas, y la próxima visita al médico el orzuelo ,que tanto me había querido en el pasado, tomó cartas en el asunto y me puso la vida patas arriba.
El orzuelo había tomado el ojo derecho como rehén. Decía poder invadirlo de tal manera que, entre espasmos de dolor, me quedara sin él. Ante la eterna amenaza de quedarme sin ojo, no pude menos que atender a sus mandatos. Para empezar, ni un solo fármaco más. Ni siquiera los que tomo contra la malaria.
Subyugado, herido por tan insignificante grano, me convertí en un títere que obraba según su conciencia. Y, créanme, la conciencia de un orzuelo no está en exceso desarrollada.
Me despertaba con dolor a mitad de noche, y me obligaba a bajar a la calle a bajar los toldos de todas las tiendas de la calle. Si me negaba a sus abyectos planes, crecía un poco más.
Según pasaba el tiempo, el orzuelo iba tomando conciencia de lo poderoso que llega a ser un cuerpo humano. Y pasó de las simples bromas de quinceañero a verdaderas calamidades.

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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.