jueves, 29 de octubre de 2009

Eso de estar enfermo...

Antes era un ser poderoso.
Podía competir en muy diversas disciplinas.
Podía doblegar un toro bravo sólo on el olor de mis pies.
Corría como un puerro, nadaba como un bisonte.
Volaba más que una tortuga.
Era fiero, prefería el disparate al homicidio.
y me reía del mundo con patatas.
No había ser humano que me ganara al chinchón.
Podía entrar y salir del museo cuando quisiera.
Era poderoso, aunque no hiciera nada.
Esta semana no valgo una mierda.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Del día que quedemos.

Ven cuando quieras, hombre.
Cuando tengas un hueco, me vale.
Beberemos como cosacos
y acabaremos rodando cuesta abajo,
mareados, perdiendo el sentido.
Cantaremos hasta que nos inviten a un chupito
para terminar la velada  abriéndonos paso a puñetazos
buscando la salida de emergencia,
como en los viejos tiempos.
Tú tienes la puerta abierta.
Yo, por mi parte,
voy entrenando...

sábado, 10 de octubre de 2009

El 11 de diciembre.

Nadie volvió a contar con ellos.
Desde que se hicieron públicos
aquellos informes morunos.
Decepcionada, la sociedad entera se volcó en su contra.
Decidida a hundirlos en la miseria.
Todos eran amigos nuestros por aquél entonces.
Todos pasaron a ser proscritos.
Ya no les llamábamos cuando íbamos al bar.
Ya no contábamos con ellos para el baloncesto.
Un día, no les esperé con la puerta del ascensor abierta.
Eran parias sin ecosistema.
No tuvieron suerte.
¡Qué se le va a hacer!

viernes, 9 de octubre de 2009

S/t

Tienes mi palabra.

La vida en el arpegio

Hoy no es:
Quizá nos fuimos demasiado pronto
del sarao.
Pero cojo el ascensor
y me llevo a casa los recuerdos.

¿Cuántas veces he intentado
poner fin a tu razón?
Mascamos la respuesta demasiado, queridos.
Por el qué dirán,
por el bamboleo de sus tentáculos,
o por conservar los abonos.
Los enemigos, cuando les interesa,
son excelsos, puntuales.
A los amigos siempre los tengo que esperar.

Quizá más tarde:
La habichuela esté completamente cocida.
¿Has traído la botella de vino?
Yo sí traje la espada.

sábado, 3 de octubre de 2009

El viejo Bisagre

Siempre que la casa de campo estaba tranquila, al asomarnos por la ventana veíamos venir desde las huertas al viejo Bisagre.
He de admitir que Bisagre no era de trato fácil. Le veíamos porque era el nosequé de mi abuela, nunca por gusto.
Una vez llegó a decirme que me apreciaba, o que estaba haciendo bien alguna cosa. No recuerdo.
Siempre tenía una crítica destructiva para sus vecinos, o para su entorno. Nunca parecía contento. Siempre estaba dispuesto a ayudar, pero a su manera. Solíamos rehuirle al máximo. Los mayores nos reñían porque lo hacíamos de forma descarada. Ahora comprendo que nos lo endilgaban para no estar con él. Y, encima, los muy hipócritas, nos echaban la bronca a nosotros. Y es que bisagre era un imbécil antisocial. Si no hubiéramos sido niños muy inteligentes, superdotados diría yo, no sé qué hubiera sido de nosotros.
Cualquier cosa estaba mal para él. Nos reñía sin piedad, demostrando su mala condición personal, desahogándose con niños indefensos. Llegamos a sentarnos sin hacer nada para que no nos riñera. por hacer las cosas mal. Y, entonces, nos riñó por no hacer nada.
Hoy aún me acuerdo de Bisagre cuando hago cosas impropias de Hombres, como escribir poesía, o pararme a contemplar los charcos. Aún hoy me despierto en mitad de la noche viendo al Bisagre más deplorable y mal encarado aprovechándose de niños indefensos para descargar sus traumas y obsesiones.
Éramos psicólogos. Éramos santos. Para Bisagre hubiéramos podido ser un comando de terroristas.