A veces, al alba, se reúnen los no-muertos en un callejón oscuro.
Allí predican sus sarcasmos futboleros,
arreglan el mundo,
destrozan la sintaxis
y se van a dormir la mona orgullosos de su buen hacer.
A veces, al llegar a la oficina, me encuentro con no-muertos de ésos.
Que me quieren atar al cuello su mismo nudo,
que me quieren subrogar,
que me quieren dar uno de sus carnés.
Y yo, salgo a la ventana y canto.
En medio de la plaza del ayuntamiento, canto.
O me tiro al suelo, fingiendo una rampa,
para que se vayan con sus graznidos a otra parte.
A veces, en la quietud de la noche, sueño con zombies yuxtapuestos,
arículos de moda, zapatería caballero y complementos.
Y despierto empapado,
temeroso de Dios,
exhausto como tigre acorralado.
Deseando que el sueño no fuera premonitorio.
Cómo desearía que pasaran
una sóla semana en la calle.
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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.