El arquitecto me vuelve a reprender: "que el otro día, como estabas hablando con la niña de la vecina y sacándole la lengua, no me saludaste como una persona de mi alcurnia se merece". Le digo que está alcanzando un nivel que ni en mis peores vaticinios sospechaba. Que si quiere discutir con alguien, que se haga el encontradizo con Pascual, que siempre está por la labor. Tomo nota mental para, el próximo día, cruzar la calle antes de entrar en su ángulo de visión.
Dicho todo esto, pongo los congelados que llevo en la bolsa como excusa para dejarle ahí con sus visiones del mundo y desaparezco.
La tarde siguiente se encuentra en el parque, en un banco anexo al de los narcos de guardia, esperando que pase algún despistado con el que polemizar. Pero yo ya me lo conozco. Y cuando él viene estoy de vuelta. Con un "eh, hola" paso por delante suyo. Raudo, firme, sin alcurnias ni tonterías.
sábado, 27 de noviembre de 2010
lunes, 15 de noviembre de 2010
Migas de pan
Nos hemos quitado las ventosas
del ombligo.
Hemos traducido al cristiano
toda esa cháchara.
Hemos cumplido con nuestra obligación.
Hemos celebrado largamente
las recientes victorias.
Y, ahora, sólo recordáis
que os fumáis encima.
Es el reto lo que nos gusta,
nunca ganar a gente sin futuro.
Tendréis que prestarme otro bolígrafo
porque el mío ha muerto.
Me gustaría tanto veros sudar...
Al fin, la claraboya.
Al asomarme, me deslumbro
y me acabo la última galleta.
Las escaleras han quedado abajo
arriba sólo hay gaviotas.
del ombligo.
Hemos traducido al cristiano
toda esa cháchara.
Hemos cumplido con nuestra obligación.
Hemos celebrado largamente
las recientes victorias.
Y, ahora, sólo recordáis
que os fumáis encima.
Es el reto lo que nos gusta,
nunca ganar a gente sin futuro.
Tendréis que prestarme otro bolígrafo
porque el mío ha muerto.
Me gustaría tanto veros sudar...
Al fin, la claraboya.
Al asomarme, me deslumbro
y me acabo la última galleta.
Las escaleras han quedado abajo
arriba sólo hay gaviotas.
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