Nos tuvieron maniatados,
para firmar con la boca
documentos que no entendíamos.
Nos hicieron tragar plásticos
que se quedaban en la garganta
y nos impedían cantar.
Nos suministraron drogas sociales
para darnos la impresión
de que estábamos conectados,
de que podíamos hacer algo.
Y nos dieron fiestas
donde guardamos nuestras voluntades
para otro momento.
Y cupones descuento.
Y enemigos de barro.
Y pañuelos desechables.
¿Y qué?
Tanto nos torturaron
que, al límite de sus fuerzas,
el carcelero cayó al suelo
y murió en el acto.
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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.