lunes, 8 de marzo de 2010

Venganza en el portal

Ésta vez, cuando el archiduque me habla, lo hace con respeto. Porque sabe que sus motivaciones son para mí granos de arena. El ascensor tarda una eternidad mientras, sinceramente, me cuentan naderías. Admiro su pasión por las cosas materiales, al igual que él se admira a sí mismo, y a su apariencia de gallo subalterno. Y yo lo siento mucho por la archiduquesa. La cual ni siquiera debe saber que hay hombres no dependientes de aceptación social, con vida propia.
Algo hay que arreglar en la finca. Con toda mi concentración, al fin consigo pensar en mis cosas, hacer que sus palabras caigan en saco roto. Visualizo una enorme taza de colacao, en la que caen desde lo alto los nadadores. Casi no salpican. Ha dicho escaleras. Por las cuales salen los nadadores. Un mozo les acerca toallas, para que se sequen antes de que suelten el toro. Ha dicho vergüenza. La que sienten mis tobillos ante tanta parfernalia.
El ascensor llega. Me disculpo. Le digo que necesito ir al baño, que le aprecio en toda su dimensión.

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