miércoles, 6 de abril de 2016

El día que se deja de jugar


El día que la gente deja de jugar, le crecen polillas en los sobacos, las costras interdigitales y sienten un adormecimiento de sus traseros.
También se cierran las ventanillas de los ojos, y su curiosidad se reduce a qué echarán por la televisión esa misma noche, para poder llenar un par de horas que sobran antes de irse a maldormir.
Es sintomático en la gente que no juega la aparición de ojeras, de canas, o directamente la caída de cabello. Así como los desórdenes horarios, la ingesta compulsiva de café y el olvido de las cosas que iban a ir a comprar.
Los animales predadores juegan para entrenar sus destrezas para la caza. Las presas juegan para entrenar sus destrezas para la huída. Los omnívoros jugamos para poder ver el mundo con mejor color.
Cuando se hace un viaje en coche, haya que parar cada dos horas para jugar un rato.
Cuando se tiene una reunión importante, conviene comenzar a romper el hielo con algún juego sencillo que no dure más de diez minutos, donde los oponentes en la negociación se conozcan un poco mejor. 
Cada cierto tiempo, hay que parar para jugar. Estemos haciendo lo que estemos haciendo. Tan solo está contraindicado jugar minutos antes de dormir, debido al efecto placebo que condiciona nuestros cerebros. A no ser que el propio juego sea condicionante de las buenas noches.
Es por ello que el ser humano tiene que jugar.
Porque, como hemos dicho, en el mismo momento que el individuo deja de jugar, la leche se agria, las manzanas producen gusanos y los estornudos ya no suenan a risa. O lo que es lo mismo: las pelotas no botan si no se juega, los pensamientos cobran una oscura y extraña dimensión de absurda seriedad. Y ya no cantamos en las alcantarillas, sino que bailamos el agua.
La gente que ha dejado de jugar cree que ahora toma mejores decisiones. Cuando la mejor decisión es, sin duda alguna, ponerse a jugar.
Es por eso que nunca hay que dejar de jugar. Nunca, nunca, nunca.

2 comentarios:

Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.