lunes, 18 de abril de 2016

Elevador

Hace ya una semanas que nos viene el arquitecto dando la matraca con el cambio del ascensor de la finca. 
El resto de la finca no quiere cambiar de ascensor. Y los que nos sentamos con él en el bar tan solo queremos beber cervezas y, como mucho, rellenar la quinela.
Desde que los vecinos del portal que linda con el nuestro han cambiado la entrada y la han puesto de mármol casi blanco, el arquitecto considera que el nuestro no es el recibidor más bonito de toda la manzana.
Para el arquitecto, si una casa no te recibe con un buen ascensor, ¿qué puede esconder dentro? "No es de fiar aquél que no posee un buen ascensor", nos repite constantemente mientras nos invita a otra ronda y nos saca los papeles para que firmemos que estamos de acuerdo con la mejora, y que no vamos a ir a la reunión de vecinos.
Pese a lo resuelto que se le ve, no puede ocultar que tiene sus dudas. No sabe si le gusta más uno de estos modelos:
El modelo SRT36, que tiene aceleraciones coníferas y estabilizador parménides, no se nota casi que te has movido, pero tiene la misma velocidad que el del Empire State Building. Todo un ejemplo de velocidad y seguridad. No se nota el cambio de presión en los oídos.
El modelo Flodomir, con los reposabrazos forrados de cuero. Muy interesante para comunidades de alto standing.
Y nos obliga a ver los catálogos que le han dejado en la tienda de SUASCENSOR.
Nosotros no queremos un nuevo ascensor. El que tenemos no se estropea. No hay que cambiar de ascensor como no hay que cambiar de móvil o de coche así como así. Y nos insiste en que no somos capaces de empatizar con él y sus preocupaciones. Se enfada tanto que, cuando va a pagar, paga solosus cervezas, no las que nos ha dicho que invitaba. 
Se marcha bien enfadado a la tienda vertical a devolver el catálogo. Seguro que pide probar alguno de los ascensores de exposición. Jurará y escupirá en nuestro nombre. Nadie le consolará. No dormirá esa noche.
Al día siguiente, su mala memoria se habrá encargado de lo que nosotros no pudimos. Se sentará con nosotros el bar y beberá hasta que se le ocurra una nueva pulsión que podamos ignorar.


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