viernes, 23 de febrero de 2018

Aldaba morena, renuncio a arropar

Cuando pienso en mi último escalofrío,
llevo al atardecer al instalador.
Y rezo porque pueda salir del barrio
en esa carroza que se jacta de conducir.

Dicen que todos tenemos estilo,
queen manos de un buen
cada uno de nosotros
puede ser el descubrimiento de la temporada.

Mi mujer ha comprado un arma
que tiñe de negro nuestros futuros inciertos.
¡Ójala las soluciones llegaran por correo electrónico!
Aunque llevaran consigo publicidades repetitivas.

Si a esto le llaman meritocracia,
mejor abramos otra cerveza
y echémonos al campo a echar la siesta
en espera de oír la campana del almuerzo.

No he recibido todavía el guión,
por lo que voy a tener que improvisar hasta que llegues,
hasta que lleguen tus labios y las solapas de tus libros.
Hablaremos conduciendo de camino a casa.

Llegará el momento en el que moriremos todos en la orilla.
El último, que cuente los muertos.
Si me has entendido, llámame.
¡Mierda!
¡Las llaves!

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