viernes, 19 de febrero de 2010

El reclamo

Como siempre, me siento en la cafetería lo más cerca posible del escaparate. Una señora entra y le pregunta a la camarera si han llegado sus amigas. La chica, muy sonriente, le contesta que si no ve que no. Un muchacho pasa por fuera llevando unos cartones. La chica se dedica a poner trufas en falditas de papel. Entra más gente. Casi está lleno el local. Las señoras de la pandilla cuentan chistes verdes y ríen fuerte. Un anciano entra con cara de aburrido.
Una señora de azul entra temblando. Pero no tiene frio, que tiene humedad. Fuera, un perro peludo pisa un charco al orinar y se va dejando huellas en el asfalto. Mucha gente entra y sale. Y el local siempre está lleno. Aburrido, hago ademán de irme. Quédate un poco más, me dice sonriente la muchacha. Y se va al quiosco, volviendo con el periódico y una revista de curiosidades científicas con los que me cautiva. Durante un tiempo indeterminado leo sin parar. Mucha gente entra y sale, y consume.
Con las piernas dormidas, ya no aguanto más, he de irme. Le hago la cuenta. Calculamos todo lo que se ha consumido en el local desde que entré y la chica, muy sonriente, me da el 15%.

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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.