jueves, 20 de febrero de 2014

Me asomé
y no estaban
¡Hierro malo!
hierromalo.
De sus pupilos enanos
raudales de sentimientos,
de fotones,
de divos.
Y, sin quererlo,
la dimisión.
Sin precalentamiento,
sin asunto,
sin tejido adiposo
que acolchara la caída.
Grandilocuencias,
las justas,
por favor.

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