jueves, 19 de diciembre de 2013

Los ascensores son también nuestros

Nos tienen a cada uno en su burbuja, encerrados en nuestros dispositivos buscando respuestas rápidas de nuestros contactos. Si no vemos más allá de una pantalla táctil, no vamos nunca a darnos cuenta de las necesidades del prójimo. Así, nuestro sabotaje social se corta de raíz, incluso antes de nacer. Un solo gesto, por pequeño que sea, puede ser el detonante de un nuevo mundo. 
Mirar a los ojos a la gente. Ésta ha de ser la solución. A partir de hoy queda mundialmente prohibido consultar el móvil dentro de los ascensores.
Al principio cuesta. Los capitanitos se sienten desafiados, como las bestias. Las doncellitas se sienten observadas. Todos se comportan como les han vendido que tienen que actuar. Pronto serán personas.
Cuando consigamos que todos los usuarios mundiales de ascensores dejen en el bolsillo sus inquietudes conectivas y dejen de mirar los números de los pisos, daremos otro golpe de efecto: a partir de ahí, estará prohibido hablar del tiempo, de fútbol o de las cosas de la finca.
Y es en ese preciso momento cuando los individuos comenzarán a conocerse. Se darán consejos, intercambiarán recetas, quedarán para jugar al dominó. 
Y toda la esfera terráquea girará felizmente, pues sus habitantes se conocen y cuidan los unos de los otros, comparten la comida, se cuentan cosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.