Esos que señalan con el dedo
por no tener rodillas,
por no soñar con objetos,
por no pensar a su velocidad,
porno.
De vez en cuando nos hablan
de sus vanalidades.
De sus historias.
En cuanto pasan de la tercera frase,
con pronombre personal
en primera persona del singular ,
empezamos a pensar
en nuestras cosas.
Somos ilusos,
que cortamos leña
solo por hacer deporte
y luego la devolvemos al río
antes de que se ahogue.
Llenamos las tardes
de ausencia de rigor,
de libros y de plátanos.
Aullamos a la luna,
a las flores,
al jamón.
Dejamos pasar a las ancianas
aunque luego en la recta
las tengamos que adelantar.
Llevamos así mucho tiempo,
incomprendidos, infravalorados.
Y ellos nos señalan
con sus dedos llenos de complejos.
Y ahora...
pregúntame si me importa.
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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.