De un tiempo a esta parte, el Barrio se ha ido llenando de gente musculosa. Y eso nos viene extrañando desde hace un tiempo al arquitecto y a mí. El otro día lo comentamos cuando íbamos de camino al bar.
Los vecinos siempre hemos sido gente de concepto. Provenientes del mundo del arte, las ciencias y la vida, incluso aquellos que no han estudiado, como Pascual, gustamos de quedar a charlar. Debido a los talleres públicos de teatro y las reuniones de los miércoles, donde asambleamos la actualidad, pensábamos que la juventud había salido también reflexiva.
Resulta que nuestro amigo el archiduque creyó imaginar en una de sus peregrinaciones por la Capital que allí la gente era más alta. O más guapa. O, tal vez, más fuerte que la que puebla nuestros querido Barrio. Y así, envuelto en una de sus epifanías monstruosas, comenzó a tirar de agenda hasta que, no sabemos a cambio de qué, consiguió que sus amigos ricachones de ultramar nos dotaran de un gimnasio gratuito.
Por ello, nuestras calles se han llenado de gente con bolsa de deporte. Los contenedores rebosan de residuos plásticos con restos de jugos ricos en proteínas, las carnicerías han triplicado sus ventas, y el peso medio per cápita de los vecinos ha aumentado.
Nadie ha utilizado el gimnasio para ponerse en forma y ganar velocidad, resistencia, elasticidad, etc. sino que todos se están musculando. No solo la juventud. Todos los que acuden al gimnasio por caridad, ancianos y señoras incluídos, lucen torsos hipertorfiados. Y esto, en ocasiones, es un problema serio. Porque ya no cabemos cinco personas dentro de la panadería, por ejemplo.
Ahora todos, con sus egos estúpidamente reforzados, gritan en lugar de hablar. Exigen las cosas con vehemencia, se creen en posesión de la verdad.
Por ahí viene el archiduque, saludando a unos jóvenes macarrillas que fuman porros en el parque. Lleva un metro de costurera con el que les mide los bíceps.
¡Qué mala suerte tuvimos cuando se te adjudicó psicólogo, archiduque! ¡Qué mala suerte!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.