El trópico de la noche
era el momento perfecto.
El lugar era el ideal,
allí podrían recogernos.Subidos a lo alto de la loma
charlábamos, tomábamos café,
esperábamos nuestro turno,
fantaseábamos sobre cómo
nos iban a viviseccionar.
La mortadela y el vino, bien, pero
nos faltó abrillantador.
El piloto se mantuvo
veinticuatro horas encendido.
Los platos no quedaron
del todo limpios.
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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.