Regreso a casa derrengado, de llevar a cabo una de mis colas. Desde el decreto ley de 15 de febrero de 2009 de colas y patrañas, todo ciudadano está obligado a hacer cuatro colas estatales cada seis meses. Y yo me he dejado todas para la última semana. Porque sí, porque es mi carácter, es el carácter de mi raza. Llevamos el sol y el Mediterráneo en los genes, y el aplazamiento. Y hasta que una obligación no se convierte en una urgencia no movemos un dedo.
Menos mal que los periodos no son los mismos para todos los ciudadanos y, a cada persona, le expira el plazo en distintas fechas. De otro modo, las colas serían un caos mayor que el actual.
Mañana, día 31 y último del año, me quedan las dos últimas colas. En una conseguiré impresos y en la otra los entregaré. Para no llevar a cabo una explosión de ira me llevaré un libro, o algo.
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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.