Apostados
en lo alto de la tarima
nos diponemos a francodisparar
a todos los que vengan por el desfiladero.
Les matamos las vergüenzas,
les quitamos de encima los elogios vanos.
Les hacemos chichinas desde nuestra atalaya
pues, en breves momentos,
ven desfilar toda su vida.
Cuestionamos
la indolencia que les hizo pasar por allí,
uno tras otro, en rebaño.
Pese a haber visto
como caían sus predecesores.
Y les regalamos
para que apliquen en sus vidas
las soluciones salinas de los goteros
de la uci mental a la que se exponen.
Alrededor de una hoguera,
sentados con las piernas cruzadas,
compartimos todos la experiencia vital.
Y a los que sobreviven
les cantamos.
Y a los que no se decantan
les cantamos.
Y a los que ya no lo cuentan
les cantamos.
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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.