Se equivocan.
Dan la vida por nada.
Dan la vista por nada.
Dan la nada por nada.
Y luego reclaman
sin pedirle cuentas al rey,
sin enfrentar miradas a los agresores
saturando las oficinas de objetos perdidos.
¿He dicho que se equivocan?
Y no tengo manera educada
de indicaros
que me aburren.
Miro por la ventana.
El viento
mueve las antenas de los coches.
¡Quiero mi chaqueta!
¡Ahora!
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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.