La inmobiliaria de la esquina
ha dado su brazo a torcer.
Cuando una cae
las otras se arremolinan
para canibalizarla.
Cuando una baja su persiana
el resto grazna el equivalente
a una marcha fúnebre.
Y dejan sus tarjetas sulfatadas
con la sutil esperanza
de que eclosionen.
Y ahora:
¿Quién alquilará el bajo
de aquella inmobiliaria maldita?
¿Quién se encargará de los papeleos?
¿Quién llevará sus corbatas?
¿Quién me invitará a almorzar?
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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.