El arquitecto me vuelve a reprender: "que el otro día, como estabas hablando con la niña de la vecina y sacándole la lengua, no me saludaste como una persona de mi alcurnia se merece". Le digo que está alcanzando un nivel que ni en mis peores vaticinios sospechaba. Que si quiere discutir con alguien, que se haga el encontradizo con Pascual, que siempre está por la labor. Tomo nota mental para, el próximo día, cruzar la calle antes de entrar en su ángulo de visión.
Dicho todo esto, pongo los congelados que llevo en la bolsa como excusa para dejarle ahí con sus visiones del mundo y desaparezco.
La tarde siguiente se encuentra en el parque, en un banco anexo al de los narcos de guardia, esperando que pase algún despistado con el que polemizar. Pero yo ya me lo conozco. Y cuando él viene estoy de vuelta. Con un "eh, hola" paso por delante suyo. Raudo, firme, sin alcurnias ni tonterías.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Hola
ResponderEliminarMi nombre es Tania y soy administradora de un directorio de webs/blogs. Me ha gustado mucho tu blog. Quisiera intercambiar enlaces. Puedo agregar tu blog en mi directorio para que así mis visitantes puedan visitarlo tambien.
Si te interesa, escribeme al mail:
tatychang@hotmail.es
Saludos
Tania