Decían que nos podaban,
que era para bien,
que así íbamos a crecer más fuertes.
Pero estaban corrigiéndonos,
llevándonos por el buen camino.
Contrariando nuestra tendencia natural
a reír.
Tapiaban o enrejaban nuestras voluntades
con una constancia admirable,
riéndose de nuestras ideas y libertades.
Nunca nos dejaron decirles
que nosotros no queríamos quitarles nada,
que no queríamos sus cachivaches.
Pero no habíamos subscrito
seguro de cancelación de este viaje.
Y nada,
ni una fuerza mayor,
nos permitía bajarnos de aquel tren
con unos conductores mediocres.
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Ya vale de leer sin decir nada. Manifiéstate.