viernes, 22 de mayo de 2015

Viernes tarde

Viernes por la tarde en el bar. No hay fútbol ni tonterías, por lo que nos han dejado la radio municipal como hilo musical mientras jugamos al dominó y los camareros se echan una siesta tras la barra.
La partida evoluciona favorablemente. Todavía nadie ha gritado a nadie, ni se han reabierto viejas heridas del pasado viernes. Todo fluye de manera poco normal. Los errores son perdonados, los aciertos se celebran tranquilamente. Puede que lleguemos a jugar dos partidas.
Tan concentrados estábamos que casi no escuchamos las noticias de actualidad de los atascos. Para esa misma tarde se ha previsto uno monumental en la entrada oeste de la ciudad. Al punto que se han trasladado una serie de  reporteros para hacernos llegar las noticias en directo. Se hace el silencio. Nos miramos entre nosotros con una sonrisa incipiente. En cuanto uno se mueva, estaremos todos perdidos. 
De súbito, como accionados por muelles entrenados para desalojar, cada uno se lanza a realizar una acción. El archiduque recoge las fichas. Yo voy a la barra a despertar a pedir la cuenta. Pascual despierta al camarero tirando las copas que quedaban a medio beber y el arquitecto aparece con el mocho. Nos vamos.
Cada cual en su coche, y Pascual en el camión, sintoniza la radio municipal, arranca, y conduce hacia la rotonda. Bajamos las ventanillas y gritamos consignas e insultos. Vamos a salir de la ciudad y, rodeándola unirnos al gran atasco desde el kilómetro veinte.
El viento mesa nuestros cabellos al incorporarnos a la circunvalación. Las risas se oyen desde el barrio. 
Atrapados en el embotellamiento, llamamos a nuestros conocidos para que se nos unan. Pues, con  las prisas y la emoción, se nos ha pasado. Y a las grúas de los seguros. Para ser entre todos el mayor número posible de vehículos.
Y somos felices. Participamos de una gran masa que se mueve cual anaconda digiriendo un cabrito.
En la radio anuncian que la policía se va a poner en las rotondas y semáforos a descongestionar el tráfico. ¡Bien! El atasco durará siglos.

martes, 19 de mayo de 2015

Sin duda alguna, los días en los que lo dejo cargando y no recojo el móvil hasta las once, son los que mejor comienzan.

Semana electoral

Es primavera, o eso nos venden.
Y los colegios se llenan de cabinas electorales
y las plazas de toros  bullen de capullos
que se insultan mutuamente.

Me dan alergia.
Os dan alegría.

Pretenden convencernos.
Hacen los deberes a última hora
como el estudiante reservón
que vive la vida a su ritmo.
Se presentan directamente a la recuperación
sin haber ido a clase
ni entregar los trabajos del curso.

Me dan alergia.
Os dan alegría.

Y estarán sus lacayos el domingo,
tratando de ver qué papeleta agarras.
¡Qué bien prende la tinta electoral!
Desplegando por el aire las promesas
de la lista de  representantes.

Tan aficionados a la mierda,
que pagarán justos por pecadores.
el día que los colguemos de sus propias corbatas
en el viejo olmo.

lunes, 18 de mayo de 2015

El buen técnico, la máquina mejor.

Por fin nos arreglan la tragaperras. Vuelve uno de nuestros vicios principales. Otra manera de tirar nuestro dinero tontamente, junto con alquilar oficinas en bajos comerciales, pagar impuestos y...
Un hombre bueno, sencillo, con camisa de cuadros, ha venido a principio de tarde para salpimentar nuestra partida de dominó y volver a darnos felicidad. Seguro de sí mismo, pero no demasiado, no hasta el punto de llegar al descuido, con una mirada cálida ligeramente atenuada por sus gafitas de analista, y dispuesto a todo, ha llegado nuestro héroe. A desmontar lo que hubiera que desmontar. A repararlo sin duda, ni miedo. Con sus propias manos.
Ha descargado su caja de herramientas y se ha encaminado a la barra, ha saludado alcamarero, pedido un cortado y se ha sentado en una mesa a cierta distancia de la máquina. Revolviendo sin mucha concentración mientras, desde su posición, escrutaba a su paciente. Se ha tomado su tiempo, ni que decir tiene que Pascual, que era mi pareja al dominó, se ha tenido que ir a pegarle puñetazos a una farola porque no aguantaba la tensión de la espera.
Resuelto el tema de la cafeína, ha abierto la máquina y ha comenzado a desgranarla. Nos hemos arremolinado a su alrededor, a intentar comentar cada uno de sus movimientos, darle ideas, solucionar problemas que no sabía que tenía, etc.
Ha sido un combate memorable. El técnico lo ha dado todo. Se ofrecía una y otra vez, desplegando sus amplios conocimientos de electromecánica. Y la máquina, enrocada en su esquina, luchando por no volver a trabajar, aguantando estoica cada retoque y cada golpe de destornillador.
De cuando en cuando, el hombre bueno cerraba la compuerta y echaba una moneda de cincuenta céntimos. Para comprobar con tristeza que su esfuerzo no era suficiente. Nosotros le jaleábamos. Le secábamos el sudor de la frente y le acusábamos lo bien que estaba trabajando hasta el momento. Indicándole todas las pequeñas cosas que había solucionado hasta el momento, para que no tirara la toalla.
Tras la tercera bebida isotónica, el técnico ha vuelto a embestir con toda su determinación. Ha cambiado unos relés y, con actitud casi chulesca, ha cerrado de nuevo la compuerta e introducido la moneda. El tintineo y luciferio han vuelto a llamar nuestra atención. Hemos sacado a hombros al buen señor y lo hemos acompañado hasta su furgonetita, no fuera que lo atraquen. Todos hemos brindado, reído, cantado. Hemos bailado hasta el amanecer, como lo requiere la ocasión.
Por fin nos arreglaron la tragaperras, ya tenemos donde tirar el dinero.

jueves, 14 de mayo de 2015

Chamán

Y áun hoy, cuando vemos al chamán bailar,
totalmente enloquecido
en trance mediático,
ninguno de vosotros cuestiona
si se trata de un cantamañanas
con déficit de cariño,
un aprovechado hiperlocuaz
o tan solo un viejo loco.

Todos bailan con el chamán.
Todos le jalean y le veneran,
le piden consejo a pies juntillas,
le hacen palmas con las orejas.
Todos quieren que les toque,
que les bendiga con su hálito de las cavernas.
O, mejor, que les escupa o vomite encima.

Yo apenas recuerdo su idioma
ni creo en sus cuentos de brujas.
Y no alcanzo a comprender
que tenga una casa con piscina
en las afueras de la aldea.