lunes, 21 de febrero de 2011

Bohemia de lata

Los tiempos han cambiado, sí señores.
Desde el punto de vista del ciudadano medio actual, el artista sigue siendo un chalado que pasa su tiempo distraído en dedicaciones triviales, en acciones poco productivas, pintando monas.
 Por desgracia, no es exactamente así. Muchos somos los llamados a producir, a formarnos, o a cuidar de familias. Pocos son los que se pueden dedicar íntegramente al arte con sus pros y contras, por lo que proponemos lo siguiente:
Una bohemia racional, llevadera, que mantenga el nivel de espectativas sin llegar a ser perjudicial para la salud, que nos permita levantarnos al día siguiente para ir a nuestros quehaceres.
Como primeras acciones, debemos publicar las entradas en nuestros blogs a horas intempestivas, como si hubiéramos estado escribiendo en mitad de la noche, desvelados, poseídos.
Debemos demostrar al mundo lo diferentes que somos quedándonos absortos ante una ventana, viendo pasar las nubes, reencuadrando la vista constantemente, aunque estemos pensando en la lista de la compra.
Los cafés ya nos son de los artistas. Los hinchas de fútbol se apropiaron de ellos. Su número nos doblegó y exilió. Con todo, el artista debe continuar con sus juergas y sus cánticos, debe leer sus versos en voz alta, como si fueran a ser escuchados. Así, debe demostrar que es artista durante toda su vida pública. Con aspavientos, lengua mordaz, desdén, o cualquiera que sea su estilo, el artista debe sobresalir entre la chusma, quiera o no. Debe practicar la disolución entre arte y vida, como hicieron nuestros predecesores del siglo pasado. Y nunca debe mostrarse cansado.
Nuestra es la cruzada, hermanos artistas.
El artista es el único animal que utiliza sus sentidos no solo para sortear los obstáculos del camino, sino que también se dedica a apreciarlos. 
Demostrémoslo al pueblo llano.

jueves, 3 de febrero de 2011

Exilio cultural

Sabíamos de antemano
que aquél podía ser el último día de muchos.
Estaban perfectamente uniformados,
ordenaditos en estado de revista,
esperándonos con su estulticia desenvainada.
Nosotros nunca constituímos un equipo,
hicimos por nuestra cuenta las buenas obras.
Ellos muchos, guiados por sus pastores.
Les lanzábamos nuestras razones molotov
y ellos se protegían tras sus escudos catódicos.
Tantas veces tratamos de hacerles razonar
que nos vencieron por deshidratación.
Cuando se les acabaron los argumentos
cargaron montados en sus dromedarios de guerra
y nos diezmaron con sus cheques.
Algunos llegamos a la isla desierta,
con nuestras quejas,
con el ron.